MAL PRESENTIMIENTO

Mal presentimiento

Despertó con el corazón acelerado. Anita había tenido un mal sueño. Todos los sueños en los que aparecía la tía María eran malos. Ella, la difunta, era un ave de mal agüero. Cada vez que aparecía del más allá, lo único que traía eran penas. Por eso, apenas abrió los ojos y sintió la espalda de su marido cerca, lo abrazó fuerte.

—No se vaya a trabajar —le dijo, mientras lo cubría con las cobijas.

—¿Y eso? –le preguntó Pablo, sorprendido—, ¿qué mosco le picó? —se levantó, como de costumbre, a las cuatro y quince de la mañana. Se vistió a tientas y salió con las botas de caucho, el poncho de lana de oveja y la gorra, que estaba tras la puerta de madera.

Anita casi no temía a nada; sin embargo, esa mañana sentía miedo, como nunca lo había sentido. La angustia le hacía temblar las manos. Se mantuvo despierta hasta las cinco de la mañana, cuando salió a ordeñar las vacas. Luego, regresó y levantó a la niña, preparó café colado y le sirvió un pan con queso y un plato de papas cocinadas. Todo esto mientras esperaba que Pablo regresara de dejar a los peones en el sembrío.

Incluso en esos momentos, esa sensación de desasosiego no la había abandonado. Los ojos locos de la tía María la perseguían. Era como si su sombra estuviera ahí. Hasta percibía un olor a ruda podrida en el aire.

ASÍ HABLAMOS LOS MIREÑOS - PRÓLOGO

Así Hablamos los Mireños

PRÓLOGO

Presentación del Libro “Así hablamos los Mireños
Teatro León Ruales Mira

Al ser los mireños hispano hablantes o castellano hablantes por la lengua que llego a América allende los mares con la conquista y colonización, influenciada también por el quichua, lengua de los Incas que llegaron allá a inicios del siglo XV y que según la historia conquistaron Quito y se extendieron hasta el río Angasmayo en la actual Colombia, además por los negros traídos del África también durante la conquista y colonización; este es el proceso de mestizaje, que también se evidencia en el lenguaje de los habitantes de todos los pueblos de la Patria Grande, y con el pasar del tiempo algunas palabras han desaparecido, otras aún se hablan y son palabras del español antiguo, también se han venido formando palabras nuevas que le identifican, le dan ese tono de ser únicos e irrepetibles en el contexto planetario.

El miedo

El miedo

Vi el miedo como jamás lo había visto, en su rostro, en sus ojos pequeños cerrados, tendido en esa camilla de terapia intensiva, indefenso, solitario, sin fuerzas.

Que difícil era ver como aquel hombre fuerte con el que me casé hace veinte años, se había convertido de pronto en lo que nunca quiso ser, un cuerpo sin vida, que necesitaba ayuda de aparatos para mantenerse.

El miedo se disfraza de tantas maneras y a pesar de haberlo sentido en otras ocasiones: en mi piel, en mis huesos y en mi corazón, jamás fue tan sólido como aquella tarde. No fue miedo a perderlo o a mi vida después de él, o a la soledad que seguramente me esperaba. ¡no! Tuve miedo de mí. De lo que sería capaz de hacer por él, el hombre de mi vida, mi compañero, mi gran amor, mi pilar, mi protector, quien de un momento a otro se transformó en mi protegido.

El nacimiento del volcán Chiles

El nacimiento del volcán Chiles

 

...Pero se cuenta por ahí, que, en cierta ocasión, la luna se atrevió a pasear por las lagunas que se encontraban cerca de un territorio donde vivía un extraño poeta, solitario y vagabundo como el viento del páramo frío.

Aquella noche, se dice que los ancianos delante del fuego relataban viejos cuentos de anocheceres y amaneceres estelares.

El invisible

El invisible

Antes de las cinco de la tarde, Humberto, llega a su vivienda: un cuarto pequeño al fondo del patio, tras la casa grande en donde vive la familia, está acostumbrado a su viejo rincón de adobe y teja que desde joven habita. Las paredes conservan un poco de color blanco y el piso de madera qué cada invierno se pudre más, aguanta la cama de Laurel. Ahí lanza su cuerpo pesado y cansado, suelta el maso que lleva para trabajar, con el que lava ropa ajena y respira.

Luego de descansar enciende el foco que hace de lámpara y que reposa en la vieja mesa de madera, regalo de algún vecino. Piensa en la muerte, esa lejana amiga que no ha querido llegar hasta su morada, por más que la ha invitado, con ruegos de rodillas, con claros intentos a chuchillos, con ansias por querer embarcarse con ella. Rememora a la madre, pálida, rígida, muda, tendida en esa mesa de la sala, con dos velas grandes a sus pies, recuerda como le decía al oído: no te vayas sola, llévame contigo, le susurraba que se iba a portar bien y que no tendría esos arranques de ira, estaba seguro de convencerla, pero alguien, un hermano, un sobrino, una cuñada, no recuerda bien, lo aparto cuando la rezadora dijo: quiten de ahí al loco, quien sabe lo que le hará a la pobre difunta.