Quién destruyó el baile como rito de seducción por excelencia

Quién destruyó el baile como rito de seducción por excelencia

¿Quién destruyó el baile como rito de seducción por excelencia, para convertirlo en deporte colectivo de ternos sudorosos y malolientes?

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La existencia del baile como rito sagrado y poderoso, se remonta a la prehistoria, así lo demuestran los hallazgos arqueológicos que se han encontrado, en algunas cuevas europeas, africanas o asiáticas, dibujos que representan a los primeros humanos en actitud de baile. Uno de los ejemplos más representativos es el del Hechicero Bailarín que se encuentra en la cueva de los Trois Frères, en Francia que tendría entre 10.000 a 12.000 años de antigüedad.

el hechicero

La mismísima Grecia antigua creó el culto a Dionisio, dios de la fertilidad y del vino y con él a las ménades esos seres femeninos divinos en forma de ninfas que se encargaron de la crianza de Dionisio y que luego fueron poseídas por él.

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Tanto en la antigüedad o en el mundo griego, hasta los días de mi juventud, el baile fue la gran oportunidad para comunicarse corporalmente con otras personas, con la persona especial con movimientos que expresaban sentimientos, ilusiones, deseos.

El baile, ese poderoso movimiento de atracción entre seres humanos, que le daba miedo a la poderosa e omnipotente iglesia católica, tanto así que en algún momento de la edad media la iglesia rechazó la danza (el baile), porque la consideraba incitadora a la promiscuidad sexual.

Este movimiento sensual que había permanecido miles de años como lo decía el gracioso quiteño Plinio Pazos en una popular radio de la capital de los ecuatorianos:

“El baile es un sugerente conjunto de movimientos verticales, que preanuncian unos maravillosos movimientos horizontales”.

Así lo sugiere el “Tango” argentino que aún sobrevive en las plazas y los parques del Viejo Buenos Aires, porque desde hace algún tiempo, quizá desde que se terminaron las piezas musicales de tres minutos, para ser convertidas por las tecnologías del sonido y los endemoniados disk-jockeys, en una especie de “Frankenstein” musical interminable, que se vuelve una tortura si la compañía de baile NO conecta y NO empatiza o que amenaza con el ahogo y la asfixia hasta a las parejas más enamoradas y apasionadas.

Y claro, se destruyó el baile como rito de seducción por excelencia, para convertirlo en un deporte colectivo de vestidos y ternos sudorosos y malolientes.

No obstante. el esfuerzo de algunos de los bailes postmodernos que le quisieron devolver al baile algo de la fantasía y la seducción como la Lambada en los estertores del siglo XX o el perreo intenso entre tantos en el siglo XXI, que no le encontraron la medida a la insinuación y llegaron a la exposición colectiva y grotesca de las intimidades de las muchachas.

En fin, así nos va.

Jorge Mora Varela

 

Imagen del hechicero de la Trios FrèresMenade