Amigos los invito a disfrutar la historia del mundo de Simón
UN TIPO AFORTUNADO
Mi vida en particular tuvo un devenir imprevisible, atípico y de hecho difícil, por la muerte imprevista y prematura de mi padre; yo, el mayor de cinco hermanos y con ocho años de edad, puse sobre mis brazos y mis hombros la responsabilidad autoimpuesta de madurar a la mayor velocidad posible, esa mañana, cuando ni siquiera podía dimensionar el significado de la ausencia repentina y definitiva de mi progenitor.
La clave era crecer y hacerlo de prisa, para ponerme a trabajar, para aliviar la carga de mi madre y el resultado fue que esos años, los de la niñez, pubertad y adolescencia sin la presencia física de mi padre, solo tenía el objetivo de alcanzar la autonomía económica que da el trabajo.
Y así fue, esos tiempos fueron años grises vividos con premura, llenos de urgencias afectivas y económicas, pero llegó el día que pude acceder al mundo del trabajo y la vida volvió a su cauce normal, solo que el costo fue el haber vivido “en blanco y negro” y de manera acelerada esos años de la niñez, pubertad y adolescencia signados por la orfandad paterna.
Ya en el mundo del trabajo y con un ingreso constante, una tarde afortunada, llegué a la Parroquia la Dolorosa de la Ciudad de Tulcán y con ello encontré el marco de referencia para mi vida y con ello llegaron mis mejores amigos y ese fue uno de los giros copernicanos, así, como la llegada a mi vida de Mirta, mi compañera de vida y con ella la alegría de los hijos, migrar a la gran ciudad, la universidad y sus posibilidades en todos los órdenes, la casa de campo y la llegada a mi vida de Simón.
Y este hecho, la llegada de este pequeño inquieto y travieso, tuvo un efecto reparador y significante, cuando esta criatura que estaba destinada a ser el guardián de la casa, tuvo un aliado inesperado, un aguacero infernal, que inundó su precaria vivienda y en ese momento Simón entró a mi corazón.
Y esos 14 años de compañía tuvieron el efecto de construir y de vivir en mi edad adulta una manera particular, alegre y colorida: los años grises de mi niñez, pubertad y adolescencia, que como resultado de la muerte de mi padre yo no había podido vivir y peor aún disfrutar en su debido momento.
Simón tuvo la habilidad para involucrarme en los avatares de su niñez con sus travesuras, inocencia y una aparente fragilidad.
Fuimos a su escuela y la hicimos juntos y él fue el más destacado de su promoción e hicimos el discurso de fin de curso y llegó la juventud y el ímpetu, la osadía y la fuerza, para correr, trepar muros, saltar al rio, subir montañas, jugar en el mar, arriesgar, descubrir y conquistar.
Y correteamos tanto hasta descubrir todos los caminos, senderos, poblados del valle dónde está la casa hasta verla desde la cima del monte y mientras disfrutábamos de la fuerza de la juventud. Por un tiempo fugaz nos acompañó la señorita Antonia y la vida se tiñó con un delicioso aroma de realismo mágico. Y así como, derrepente llegó la hermosa criatura de pelaje blanco, luego de un breve tiempo se alejó, pero dejó una huella inolvidable en nuestras vidas.
De alguna manera, sin darnos cuenta nos serenamos, entonces, nada ni nadie podía perturbar los paseos de cada mañana y nada ni nadie podía llamar nuestra atención, solo el placer de las caminatas, por el campo, el sendero de los árboles frutales, la calle, la playa o el camino, éramos dos adultos serenos que disfrutábamos nuestras mañanas mientras cavilábamos, así lo mandaba nuestra sabiduría de la madurez.
Una mañana mientras me miraba en el espejo, no lo podía creer, mi pelo abundaba en canas y mi barba se había vuelto blanca y al mirar a Simón, él también había canado y sus barbas también se habían teñido de plata; entonces, solo lo abracé y nos preparamos para los años del ocaso.
Y así ha sido la vida, como la vela que se consume con inexorable rapidez, al principio con derroche de alegría y que de a poco se agota y se apaga como la vida de Simón a quien pude acompañar en esta forma de terminar la existencia, en su ley, con su paseo matinal, el compartir los alimentos y luego dejarse ir y dejarme el regalo imposible: mi niñez, mi adolescencia y mi juventud enlazada con la suya.
Ahora solo espero tu llamado querido amigo, cualquier tarde, cualquier día, cuando tu dispongas, para compartir juntos a nuestra manera la eternidad.
Jorge Mora Varela
Arte de Simón: Naty Rosero Díaz
Fotografías del Mundo de Simón