Las Voladoras de Mira

Las Voladoras de Mira

Parroquia: Mira

Techos desde donde las voladoras emprendían el vuelo.

La noche era de luna. Luna llena sobre los campos. Esa claridad "esa parda claridad" confería al entorno un color azulado. Había ese silencio cómplice sobre las sementeras, donde las nubes estaban apenas insinuadas. Desde la colina donde nos encontrábamos, se podía divisar todo el pueblo de Mira: sus casas de techumbres de paja en su mayoría, muy pocas de teja, la iglesia blanquecina, que resplandecía, las angostas calles y los huertos. Habíamos ido con mi hijo Manuel, al regadío de la sementera de papas.

De pronto, un ruido casi imperceptible. Alzamos a mirar el cielo de luna llena, porque el sonido procedía de arriba. El ruido que nos atrajo era el del vestido de una mujer que pasaba sobre nuestras cabezas y entonces, ante nuestros ojos, todas las historias de nuestros mayores se hacían ciertas: una Voladora, que no era otra cosa que una hechicera que se dirigía por los aires, como un enorme pájaro, probablemente hermoso.

La Langosta de Oro

La Langosta de Oro.

Parroquia: Mira

Las langostas llegaron al descuido.

Eran capaces de enturbiar el cielo y se dirigían como nubes de alas pesadas sobre los ojos atónitos de quienes las veían, aunque al principio creían que eran pájaros. La conmoción llegó, después de una visita a las sementeras, cuando los niños, como si se tratara de un juego, llegaron con algunas langostas muertas.

Centenario del milagro de la plaga de langostas. Mira. Barrio Gran Colombia. Langosta elaborada por el Lic. Ángel Ruíz.

Con solo nombrarles, los mayores recordaban enseguida las lecturas del Antiguo Testamento: las Siete Plagas de Egipto, ue aunque casi nadie precisaba, se figuraban que las langostas eran capaces de entrarse hasta por los ojos. Claro que la noticia llegó de boca en boca, porque en la segunda década del siglo XX, no solo que no habpia radio, sino que los acontecimientos se sabían durante las ferias de los fines de semana.

Pero la noticia de la invasión llegó antes del miércoles. Estos voraces insectos de, más de diez centímetros y de antenas fatales arribaron primero sobre la región de La Concepción, y después a las plantaciones de fréjol, maíz, cebada, trigo... en otras palabras acabando con todos los sembríos que se les cruzaba en su trayecto.

La Virgen de la Caridad de Mira

La Virgen de la Caridad de Mira

Parroquia: Mira

Las manos de la Virgen siempre iban juntas. Sus tiernos ojos y su boca sonrosada, dejaban, a quie­nes la miraban una paz espiritual, difícil de olvidar. Sobresalía su larga ca­bellera ensortijada que cuando salía de peregrinación, los vientos del camino la despeinaban y al llegar al pueblo cerca­no, la llamaban cariñosamente "Chami-zuda".

Pintura al óleo. Rigoberto Lara Canelos, Iglesia de Mira.

¿Cómo sucedió?

En esos tiempos, la antigua pobla­ción de Mira se encontraba en el sitio denominado San Marcos, en el actual caserío Pueblo Viejo. La Virgen ponía en apuros a sus devotos, porque desapare­cía del altar. Entonces los fieles salían en su búsqueda por chaquiñanes, por te­rrenos sembrados, por bosques, por quebradas. No aparecía. Después de re­correr un largo trecho y cuando ya se sentían desfallecer, encontraban a la Imagen en el sitio donde hoy se halla la iglesia de Mira, y que antiguamente era un lugar desértico, lleno de tunos; los españoles supuestamente traían a la imagen, los indígenas asustados, se preguntaban entre ellos ¿Quién ha traí­do la imagen de la Virgen hasta este lu­gar despoblado? Yo no fui, decía Juan; yo tampoco decía Teodoro; tal vez fuiste tu Calixto, - yo no, la vi ayer en el case­río- ; y mientras se preguntaban sin ha­llar la respuesta precisa, la trasladaban de regreso a la capilla. Al otro día ya no estaba allí, nuevamente se había venido acá, al sitio donde le encontraron en su primera huida, estas andanzas sucedie­ron muchas veces.

LOS OJOS EN EL RIO

Jorge Mora Varela, presenta: Una historia del realismo mágico ecuatoriano,

del “Mundo de Simón” y

de “Antonia” @tonialashapei

LOS OJOS EN EL RIO

Desde hacía unas cuantas noches, mi esposo empezó a sufrir pesadillas, su sueño era inquieto hasta que se despertaba de manera violenta, aterrorizado, bañado en sudor, como si buscase escapar de un temor que lo perseguía y lo angustiaba.

 

El día de sol y la tormenta

Aquella mañana el calor era sofocante, mucho más de lo normal, parecía que el sol estuviese más cerca de lo habitual, la temperatura amenazaba con terminar con quemar a las plantas, los perros estaban recostados a la sombra y permanecían quietos, sin siquiera insinuar su acostumbrado paseo matinal y nosotros intentábamos cumplir con las tareas en medio de un calor incómodo e insoportable.

Mientras nos preparábamos para tomar la comida del medio día, la temperatura empezó a disminuir de manera brusca, en medio de una serie de ráfagas de viento que corrían de manera fuerte y parecía que corría por los cuatro costados.

Mi esposo aseguró que en la tarde iba a llover y así fue, sin apenas percatarnos, el ambiente se cubrió de penumbra que evidenciaba la presencia de la lluvia fuerte, acompañada de una tormenta eléctrica, que dejaba ver su potencia y su extraña belleza en el firmamento cubierto de nubes obscuras.

LAS VARILLAS PERFECTAS AUN DEBEN PERMANECER OCULTAS

Una historia que nació entre las aulas y talleres del entrañable "Vicente Fierro" de la Ciudad de Tulcán.

 

LAS VARILLAS PERFECTAS AUN DEBEN PERMANECER OCULTAS

Era la primera vez en la vida de la familia, en que nos íbamos a cambiar de casa, ya éramos adultos y nuestros padres habían envejecido, el estudio, el trabajo y el crecimiento de la ciudad, nos daban la oportunidad de vivir de acuerdo a los estándares de la modernidad, así que debíamos elegir las pocas cosas que deberíamos llevar al nuevo hogar y la inmensa cantidad de cachivaches que deberíamos abandonar.

Así que pasamos unas cuantas semanas, seleccionando y eligiendo con cuales cosas deberíamos iniciar nuestra nueva vida.

La tarea que en principio nos parecía tediosa y rutinaria fue más interesante de lo que nos había parecido. De alguna manera podíamos tocar con nuestras manos la historia de nuestras vidas, de nuestras familias, de nuestra infancia y juventud y esto lo hacía difícil prescindir de los objetos que parecían eran parte de nuestra piel.

 De pronto en una de las viejas repisas apareció un pequeño paquete de tela, atado con pulcritud, lo tome y lo desaté con cuidado y entonces apareció ante mis ojos un par de objetos metales brillantes, un par de “varillas huaqueras”, la una con una cruz y un aro abierto y la otra con la cruz y el aro cerrado en la cúspide, parecían un par de joyas platinadas, hermosas, perfectas, al engancharlas entre sus aros, podía sentir la fuerza magnética que corría entre mis manos.

 

Desenganché las dos varillas y al tomar la tela, para colocarlas en su lugar, me percaté de un par de detalles, importantísimos, trascendentes y contradictorios, que me dejó pensando por mucho tiempo, busqué alguna información que me pudiese orientar y al final tomé una decisión, de la cual espero no arrepentirme nunca.