Pacto con el Diablo

Pacto con el Diablo.

 

Parroquia: Mira

Mira es un pueblo rodeado por grandes latifundios como: Pueblo Viejo, Pisquer, San Nicolás, El Hato, Mascarilla, Pambahacienda, San José, Huaquer y más.

Cuentan los mayores que el dueño de una de estas haciendas, tenía un pacto con el Diablo.

El Diablo ofreció a este hacendado en tierras lo que su vista alcanzara a divisar. Se le concedió, además de darle cajas de plata cada vez que él solicitara, plata que un peón conocido la secaba en el patio de la hacienda como si fuera maíz, después la guardaba en lo que llaman un zurrón, que es una cartera hecha de cuero de vaca, la mayor parte en un baúl grande acinchonado o amarrado con grandes correas. Este tesoro lo tenía en un cuarto recibidor. A cambio de esto, el patrón tenía que entregar la vida un peón de su hacienda y una yunta de bueyes.

Él, ordenaba a su mayordomo enviar con un mandado a tal peón y con una yunta de bueyes, quienes desparecían misteriosamente sin conocerse su paradero, nunca les encontraban ni vivos ni muertos. Esto cuentan que sucede hasta hoy día, el Pacto sigue vigente.

Entre Huecas y Entierros

Parroquia: Mira

Entre Huecas y Entierros

Una jorga de amigos, estaba emocionada porque llegó el mes de mayo, la época de la aventuras. ¿Qué tiene este mes de especial, pregunté?
Uno de ellos me contestó: Muchas personas nos dedicamos a la agotadora, pero grata tarea de buscar huacas, de preferencia esperamos la noche del 3 de mayo, día de la Santa Cruz.
-¿Y por qué esa fecha?, dije intrigado.
Otro de los integrantes dijo: durante todo el mes de mayo, pero mejor en esta fecha se puede observar que durante las noches y rara vez en el día, queman los entierros o huacas.
-¿Qué son las huacas? Dije mientras mis ojos se habrían por la curiosidad. Pero no supieron contestarme

Bohío de Santiaguillo, construcción del pueblo Pasto.

Las huacas, son entierros que dejaron nuestros antepasados, sepulturas que dejaron los antiguos aborígenes del Ecuador, ya que enterraban a sus muertos con todas sus pertenencias, que difieren unas de otras según el rango social al que pertenecían, porque pensaban que en la otra vida van a necesitarlas.

La Gallina de Plata

Parroquia: Mira

La Gallina de Plata

Era verano en las sementeras y cie­los de Mira. Un tiempo algo extra­ño porque la niebla de Guanga, que baja densa por las colinas aún no llegaba. La demora fue como una premonición, y un viento frío, de pronto, se escurrió en el ambiente.

Las manos aún estaban ásperas por­que por la mañana lavé la ropa para la semana. Las prendas estaban colgadas y se aireaban con el clima imperante. Los trajes flotaban en el viento y caía la tarde en el jardín extenso, donde domi­naba un árbol de aguacates y uno de nísperos, que traían el aroma de sus frutos.

Serían casi las seis de la tarde cuan­do salía a recoger la ropa, en medio de los surcos apareció una gallina de her­moso plumaje y cresta altiva. A sus pa­sos lentos seguían sus polluelos, que pi­coteaban la tierra en busca de gusanos. Eran varias aves que raspaban sin prisa.

Después de esta imagen me dije, qué raro, si nosotros no tenemos galli­nas. Pensé que estaban perdidas o que se habían introducido al jardín por algu­na abertura, desconocida para la familia y también supongo para los vecinos que debían estarlas buscando.

Me sorprendió ver que la gallina era mansa, al igual que sus polluelos. Tal era mi curiosidad que seguí a los emplu­mados que caminaban entre las matas y los árboles. La gallina parecía esperar­me para seguir su recorrido plácido. Su mansedumbre difería con las otras de su especie que no permiten que se acerquen personas o animales especial­mente perros y cuando lo hacen defen­diendo a sus polluelos, como si tuvieran garras en lugar de plumas.

EL TÚNEL Y EL ENIGMA DE LOS JÓVENES

Jorge Mora Varela, presenta:

Una historia de misterio entre el mundo de Simón y el Medio Oriente.

 

EL TÚNEL Y EL ENIGMA DE LOS JÓVENES.

 

El joven y la bellísima mujer

El joven y la muchacha jugueteaban en el campo, ella una mujer bellísima, con la sensualidad a flor de piel, él con todo el vigor de la juventud, alto, fuerte, determinado, como si el mundo fuese solo de ellos danzaban entre la maleza vecina al rio, su risa cantarina se perdía entre los árboles, ella corría y lo hacía con encanto y con una carga de erotismo indescriptible y él intentaba atraparla para abrazarla y besarla con toda la fuerza del deseo.

Cuando el sol rayaba en lo más alto del cielo, la mujer lo tomó de la mano y mirándolo con pasión, le susurró algo al oído y lo llevó entre la maleza y entraron a lo que parecía un escondite secreto y de nuevo el entorno volvió a la armonía natural del lugar en el que solo se oía el rumor del rio que se abría paso entre las piedras.

 

Los paseos por el río

El verano fue largo y extremo, de tal manera que la vegetación que de forma habitual cubría y determinaba el paisaje, desapareció; dejando al descubierto un nuevo paisaje, desolado, amarillento, desértico, diferente. Para mis perros y para mí fue una oportunidad para conocer de manera diferente los accidentes geográficos que aparecieron con la temporada seca.

Una mañana salimos a correr como lo hacíamos siempre y al virar por el sendero alto, para encontrar una planicie abandonada, nos llamó la atención una entrada que jamás habíamos visto, llegamos al lugar, parecía un túnel obscuro, profundo, entramos en él y mientras Simón estaba atento a lo que pudiese encontrar, Antonia estaba aterrada y quería salir de ese lugar que permanecía en penumbra a como dé lugar.

 

Entonces todo parecía moverse, como si el túnel hubiese entrado en un remolino que nos envolvía, al tiempo que se escuchaba un sonido grave, profundo, ronco, insoportable.

Los tres salimos a toda prisa y nos lanzamos fuera de aquel extraño lugar y al hacerlo todo volvió a la normalidad, desde fuera no pasaba nada.

Formulas y Secretos para volar

 

FÓRMULA PARA VOLAR.

Eliécer se animó a hablar: Después de mirar en lontananza, como quien tra­ta de adivinar el tiempo de las lluvias dijo:

En Mira, las magas que además eran muy guapas mantenían en secreto las fórmulas para volar. Dominaban el espacio y al parecer, el tiempo, porque podían recorrer varios países y visitar varias ciudades. Hay quienes aseguraban que un sacerdote fue llevado hasta Londres únicamente para comprar los famosos cortes ingleses y que a la ma­ñana siguiente ya tenía estas famosas telas para que le confeccionen una so­tana. Claro que evitó cualquier comen­tario.

Para volar, estas mujeres, se solta­ban su larga cabellera. Previamente se vestían de blanco con enaguas largas y almidonadas, que se escuchaban crujir mientras se desplazaban y en las arcas o el sobaco -como se decía antigua­mente a las axilas- se colocaban unas unturas milagrosas que eran una espe­cie de pomadas mágicas que única­mente conocían las Voladoras y las pre­paraban con total hermetismo.

Después se subían al techo de las chozas de paja. Abrían sus brazos, unían sus torneadas piernas y pronunciaban unas palabras mágicas: DE VI­LLA EN VILLA, SIN DIOS NI SANTA MA­RÍA. De esta manera emprendían el vue­lo, aprovechando las noches de luna, aunque en otros sitios lo hacían en no­ches oscuras, acaso para despistar a los curiosos.

PLATA A CAMBIO DEL SECRETO

En el Mentidero estaba Aurelio, con voz pausada refirió lo siguiente: El hom­bre entre una sonrisa picara, comentó que en una ocasión hizo caer a una vo­ladora sacándose el sombrero y ponién­dolo boca arriba. La mujer se le acercó y le pidió "por diosito" que no cuente na­da. A cambio de mantener su boca ce­rrada la Voladora le entregó mucha pla­ta. La plata de antes, dijo Aurelio, recor­dando estos sucesos. Dijo que se fue a dormir tranquilo y feliz. Como era tanto lo que le ofreció la hechicera, Aurelio no tuvo más remedio que ocultarle cerca de unos matorrales con la precaución de señalar el sitio. Cuando al otro día fue a recoger el producto del trato, se en­contró que en lugar de la plata había majada de ganado; muy iracundo fue donde la Voladora para reclamar su te­soro, pero esta le aseguró que le había entregado monedas de plata y que del resto no tenía la menor idea. Como ade­más era verdad, e| entonces joven Aure­lio dejó abandonado su botín, ahora convertido en majada. El momento que hizo caer a la voladora, le reconoció quien era; recordó que en días anterio­res su hija pequeña había hecho un comentario al que no le pusieron mucha atención, -en casa de la señora María estaban colgadas en los alambres del patio unas enaguas blancas, blanquísi­mas, largas, larguísimas - dijo la niña, claro comparadas con su tamaño, le pa­recían una inmensidad. Un dato más pa­ra comprobar que lo que el vio era cier­to, no estaba soñando, no fue una aluci­nación.