LA CURIOSA DE LA 10 DE AGOSTO

LA CURIOSA DE LA 10 DE AGOSTO.

En la ciudad de Tulcán existe la calle 10 de Agosto la misma que pasa por el Antiguo hospital "Luis G. Dávila" y llega hasta el río Bobo.

En la intersección de la mencionada calle con la Rafael Arellano existía una casa baja esquinera que con el paso del tiempo fue de la familia Zambrano.

Cuentan los abuelos que en dicha casa vivía una señora santurrona, beata y allegada en demasía a la iglesia, aquellas que se golpean el pecho, pero salen del templo y vuelven a caer en el mismo pecado.

La vida de esta mujer transcurría normalmente en la monotonía diaria de un pueblo pequeño de ese entonces. Dicha señora que por las noches se pasaba en vela, atisbando por una pequeña ventana todo lo que sucedía en las obscuras y frías noches de Tulcán.

LEYENDA PASTO "EMBILPUT Y EMBILQUER"

LEYENDA PASTO

"EMBILPUT Y EMBILQUER"

 

La bella geografía de lo que antiguamente era la gran "nación Pasto", con un colorido verdoso y un horizonte azul, observando al fondo a dos colosos que son los guardianes de la frontera.

LA SOMBRA DEL PANTEÓN VIEJO

LA SOMBRA DEL PANTEÓN VIEJO

En 1896, la ciudad de Tulcán despuntaba en el horizonte como una atractiva cajita mágica, que encerraba en su interior una infinidad de misterios que tentaba ser descubierta. Los largos recorridos que en pequeñas caravanas emprendían los "Pupos Caminantes" para vender e intercambiar productos agrícolas con personas de otros lugares, así como también, el ir y venir diario de los foráneos que a su paso por Tulcán se hospedaban en casas de familias caritativas y generosas, convertían a la capital carchense en fuente de noticias frescas que corrían de boca en boca entre hombres, mujeres y niños.

El Caballo Blanco de El Chical

 El Caballo Blanco de El Chical

 

Era tiempo de verano, de noches de luna fría y de luciérnagas en el cielo. El doctor Alfredo Pallares sentado en un expendio de comidas, se tomaba unas copas con moradores de Chical.

Todos bebían y reían comentando un partido de voley que se realizó en horas de la tarde.

Entre muchas copas de puntas, Don Julián comenta lo sucedido en la noche anterior, al regresar de la casa de su compadre Filiberto, haber visto un caballo blanco de pura raza, junto a la quebrada que da a los terrenos de Don Fichamba. Muchos de los presentes aportaron en la conversación con sus supersticiones, afirmando haber visto en ese lugar, al hermoso caballo.

Después de pedir otra botella de puntas, cortesía del doctor Pallares, llegan al acuerdo de que sin duda, el caballo blanco es una huaca.

SIMÓN Y EL PERTURBADOR SECRETO DEL RIO BOBO

 

De los relatos y leyendas carchenses

 

Jorge Mora Varela, presenta:

 

SIMÓN Y EL PERTURBADOR SECRETO DEL RÍO BOBO

 

“Cuando el hombre realizaba su trabajo, de pronto quedó estupefacto, no podía creer lo que sus ojos estaban viendo…”

 bobo

En el sector de la sierra del Ecuador, el período de vacaciones escolares había llegado y con ello el deseo de aventura se acentuaba en los jóvenes que buscaban los mejores lugares para vivir momentos inolvidables. Para hacerlo, había que madrugar en el frio de Tulcán y requería de determinación y algo de coraje para iniciar las correrías que los muchachos las habían soñado para realizarlas apenas se terminasen las clases y llegase el viento y el verano.

Los mocetones, desde los primeros días de la secundaria, habían escuchado a los que presumían ser los más valientes, alardear de haber nadado en la piscina del Puetate antes de las seis de la mañana…

Este era el momento de ellos, estaban dispuestos a saber si era tan difícil como lo sostenían los más grandes del colegio, por lo tanto los tres amigos se habían citado, prometiendo guardar las reservas del caso para guardar como un secreto a donde iban a ir aquel día a las cinco en punto de la mañana.

Para hacerlo habían acordado encontrarse en el parque principal, e ir a nadar en las aguas heladas de la vieja piscina que se encuentra en el lado occidental de la ciudad a las orillas del Río Bobo carchense.

El parque y las calles de la ciudad estaban vacías, salvo la presencia de un par de borrachitos de los que nunca faltaban en el pueblo. Los muchachos se enrumbaron al suroccidente de la ciudad, para hacerlo, caminaban de prisa y con determinación, cada uno sumido en sus pensamientos, trataban de no demostrar ni un ápice de cobardía ni de arrepentimiento, pues a esas horas hacía un frio penetrante y soplaba un viento gélido.