Para los hijos, la muerte de su padre o de su madre es un acaecimiento singularmente doloroso y difícil de asumir, porque este hecho natural que permite reconocer la transición y levedad de la vida, al tiempo les a hereda a cada uno la misión de ser la cabeza de su propio entorno familiar.
CUANDO UNA MADRE SE VA
Los hermanos habían acordado reunirse aquel domingo para arreglar la casa de la madre ahora ausente, para prepararla de la mejor manera posible para que su padre pueda seguir con su propia existencia, solo, luego de muchísimos años de hacer la vida con la compañera de toda la vida.
La casa y sus cosas eran la historia viva de la familia, cada elemento, sus formas, su ubicación, hablaban solas de toda una filosofía de vida, una particular manera de articular las expectativas y los sueños, el tesón y la constancia, los proyectos y las realizaciones, los momentos de alegría, los de incertidumbre y los de tristeza de ese grupo familiar.
Toda la historia de la familia se había congregado en el mismo momento y lugar como si hubiese llegado el momento del juicio final y entonces comenzaron a fluir las sensaciones encontradas, como las de agobio e impotencia por la ausencia de uno de los íconos de esa familia y que comienza a hacer sentir el peso de su condición de ser irreparable y definitiva.