ENTRE EL AMOR A PABLO, AL CHAPO, A JR., Y LA TENENCIA DE ARMAS
Las historias de personajes como Pablo Escobar en Colombia o Joaquín el Chapo Guzmán en México, tienen ciertos rasgos que los identifican y los distinguen, los dos como líderes indiscutidos, empáticos, eficientes, pragmáticos, despiadados, y crueles, sin embargo: cercanos y solidarios con su comunidad, para quienes les extendieron la mano y cada uno a su manera construyeron viviendas, calles, escuelas, iglesias, parques, patrocinaron fiestas, proveyeron alimentos y hasta un sepelio digno para los caídos en la vorágine de la violencia y la pobreza.
De la misma manera en el Ecuador los líderes de las bandas delincuenciales más grandes, también han comenzado a seguir la misma senda, también son cercanos y solidarios con sus comunidades a quienes extienden la mano y el pueblo les retribuye con aceptación y protección, véase las historias recientes de personajes como Jr., alias el Patrón y sus vivencias que se asemejan a los argumentos del cine del bajo mundo.
Por supuesto, los gobiernos reaccionan de diferente manera, la Colombia de los 80’s y los carteles de la droga derramó sangre, atentados, muertes, dispersión de la producción del narcotráfico y la búsqueda de vías de salida para el mundo, donde ellos desde esos años hasta nuestros tiempos son los líderes en la producción de cocaína, con tentáculos de diversa índole en el negocio de transportar, lavar y reinvertir las rentas del negocio. Aunque los sucesivos gobiernos colombianos les hayan entregado la responsabilidad del combate al narcotráfico a los Estados Unidos de América y sus resultados han sido decepcionantes.
México alberga a carteles tan conocidos y de tanta influencia en el continente en el tráfico de drogas, que para su supervivencia han silenciado a centenares de periodistas, han derrotado y expulsado al estado, y el gobierno para disimular su impotencia y su fracaso han optado voltear la mirada hacia otro lado, armar un circo político barato y por ejemplo entretener a su población culpando de sus problemas estructurales a los españoles que llegaron a sus tierras hace 5 siglos, en lugar de centrar su mirada en el combate al narcotráfico, porque reconocen su inferioridad frente al poder del negocio internacional de la droga que reina en territorio mexicano.
El Ecuador, que desde las décadas de los 60 del siglo XX, ha sido la vía de salida de la droga para los mercados del mundo por su debilidad institucional, la limitada capacidad de respuesta a los desafíos del mercado de drogas, de a poco se ha convertido en un lugar ideal para enlazar los delitos conexos del narcotráfico transporte, lavado de activos, testaferrismo, sicariato, extorsión y hasta mercado de consumo.
Frente a esta realidad compleja el gobierno ecuatoriano, no ha podido entender el problema y lo ha manejado desde la ineficiente visión estadounidense de la mitad del siglo XX respecto al narcotráfico, se ha visto desbordado, errático, ineficaz, con un sinnúmero de decretos de emergencia, golpes aislados a las mafias y una curva de muertes sin visos de solución.
Y como novedad y en Cadena Nacional, el presidente de la república Guillermo Lasso, como una medida que podría rayar en lo macondiano, torpe y peligroso, ha modificado por decreto la tenencia y porte de armas para los ciudadanos, en el ánimo según él, para combatir la violencia y la muerte que asola al Ecuador.
El narcotráfico, las bandas delincuenciales se instalaron en los países, sus líderes son aceptados y son parte de las comunidades, están al acecho del poder político, policial y militar.
Los ciudadanos esperaríamos que la autoridad utilice los medios de inteligencia, para entender el problema, desarrollar estrategias para controlarlo y combatirlo.
Pero no, para combatir la violencia y el narcotráfico ¿Se permite la tenencia y porte de armas?
Señor Lasso, rectifique, mire hacia adentro del ejecutivo y de su círculo cercano, ponga atención al sistema judicial que deja en libertad a los líderes de las bandas delincuenciales, profesionalice, dote, incremente recursos económicos, tecnológicos, estratégicos para las fuerzas del orden y ponga el estado a la altura del reto de combatir la violencia y el narcotráfico y elimine su última decisión de manera que la autorización para “la tenencia y porte de armas” parezca el resultado de un mal sueño.
Caso contrario, reconozca sus limitaciones y de un paso al costado o es que ¿Permitir la tenencia y porte de armas es parte de un pacto político para salvar el “juicio político” que una parte del legislativo ha tendido en su contra?
Jorge Mora Varela
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