EL PAÍS DE LOS CURUCHUPAS Y CONSERVADORES
En el mundo imaginario del realismo hispanoamericano, había un país al que le encantaba el curuchupismo y el conservadurismo, en este país imaginario, parecía ser un altísimo mérito sociocultural hacer ostentación de su religiosidad, en la forma de expresar las ideas, en sus conversaciones, en sus publicaciones en sus cuentas de redes sociales, sus expresiones tan repetitivas y tan gastadas ¡si Dios lo quiere!, ¡si es la voluntad de Dios!, ¡Dios NO lo quiere!, ¡gracias a Dios!, todo el día, en todas partes se le notaba su discurso curuchupista, llegaba a convertirse en una “cantaleta”, parecía una repetidora como si fuese el rabo del cura del pueblo.
Pero hacerlo parecía que, a los ojos de sus semejantes le daba “autoridad moral”, “legitimaba su discurso”, era “socialmente correcto”.
Era partidario de mantener los valores políticos, sociales y morales tradicionales como si esa fuese su misión en la vida, oponerse a las reformas o los cambios radicales en la sociedad, porque según este habitante de este país imaginario, ¡esa era la voluntad de Dios! y esa era la manera de justificar sus miedos, sus prejuicios y su ignorancia.