La pasión por su pueblo y su patrimonio, las artes plásticas, la fotografía y la enseñanza del dibujo a los niños.
“No podemos dejar que vendan y destruyan el Mercado Central, es parte de nuestra vida, es nuestro patrimonio…”
Para un niño, el amor por su pueblo se construye con la magia y de la mano de los abuelos con quienes se puede caminar por los lugares que dejan huella y marcan el sentido de pertenencia, del sentido estético, de las fuentes de inspiración, de las razones para vivir y para hacerlo desde un lugar específico, el mejor lugar del mundo, como una decisión de vida, trascendental y definitiva.
Para Alfonso, el campo o el taller de fotografía marcaron su niñez, le dieron sentido a su existencia presente y futura, le enseñaron el valor del trabajo, que podía hacerse desde como capturar una imagen desde el cuarto obscuro del taller fotográfico, donde como por arte de la mágica-ciencia se le podía robar una imagen a un negativo y capturar en un papel a las personas o los mejores rincones de Tulcán.