EL PARÁSITO
Te escribo desde mi solitario refugio, que hasta el día de ayer, consideraba seguro, pero el accidente lo cambió todo, al final te contaré. Hoy vi aparecer manchas de color marrón en el bosque que me rodea y sé que tengo los días contados. Esta es la razón por la que te confío mi descubrimiento sobre cómo acabar con la infección que destruyó mi ciudad y según parece al mundo. Tengo fe que esta información ayudará a nuestra especie.
Todo empezó con la indiferencia ante la suciedad que inundaba las calles y que transformó el paisaje urbano antes limpio y decoroso en que vivíamos. Empezamos saltando mojones de excrementos de perro aquí y allá, usando las vías menos congestionadas de basura y de mierda, pisando los remiendos que la gente ponía en las veredas con tablas para no caer en cloacas abiertas. Nadie sabía aún que esa indiferencia de la ciudadanía y de las autoridades, que rayaba en la insensibilidad, era el efecto químico producido por un parásito minúsculo que vivía en las heces de los perros callejeros, quienes fueron los pobres huéspedes en su ciclo de vida.





