Una mirada a la Colombia del siglo XX
La historia contada desde mi ventana
Preámbulo
Como preámbulo a mi intervención debo recurrir a las definiciones de la cultura que en este caso las he tomado del libro “la batalla cultural” del argentino Agustín Laje:
Él sostiene que la palabra Cultura tiene más de 200 definiciones, sin embargo, para su comprensión, las ha agrupado en tres conjuntos de definiciones válidas.
Primera acepción: La definición de cultura que nace en el marco de la ilustración del siglo XVIII en Europa, definiéndola desde la raíz etimológica de la palabra colere como el arte de cultivar, por ejemplo, la agricultura, el arte de cultivar la tierra con el esfuerzo humano para que la tierra de sus frutos. Entonces en el ser humano se define la cultura como el esfuerzo que hace el ser, para su espíritu de frutos como con su inteligencia, la virtud, la voluntad, los gustos, sus modales, se trabajan, en síntesis, es un resultado del esfuerzo humano.
Segunda acepción: En el siglo XIX aparece desde la antropología, cuando científicos sociales sobre todo europeos que se interesan por la investigación de grupos sociales exóticos, tribus, lejanas, de sus leguajes, costumbres diferentes, creencias diferentes, alimentación diferente, arquitectura, arte, hábitos y a eso la llaman cultura, y para la antropología y luego para la sociología la cultura son todos los rasgos del ser humano heredados por vía social, no biológica, Como el lenguaje el acento, modismos, ritos, mitos lo llamarán cultura.
Una tercera acepción de cultura se refiere a los frutos de la expresividad humana. Por ejemplo, lo que expone en museos como arte, estética, música, poesía, narrativa, el deporte.
La cultura es una expresión de poder y es quien domina la forma de actuar de los pueblos.
A través de mi ventana
A la muerte de mi padre, mi progenitora tomó la decisión de construir nuestra vivienda al sur de la ciudad de Tulcán y desde esa casa que era tan hermosa como mi madre, los paisajes que se podían mirar desde las ventanas eran diferentes, novedosas, los paisajes se perdían en horizonte por los cuatro costados.
No dejaba de fascinarme la montaña que se veía desde la ventana de mi habitación, era el imponente cerro Cumbal, y nunca faltaba el celoso ecuatoriano que me recordaba que esa montaña era colombiana, y a mí no me importaba, ella, me esperaba cada mañana y embellecía el entorno que mi madre había creado para sus cinco hijos.
Esa montaña se había grabado de forma tan grata en mi memoria que engalana la portada de mi primer libro “Retazos del Tiempo”.
En esos lejanos años de mi niñez, en la ciudad de Tulcán se escuchaban las emisoras colombianas la Cultural Bolívar de la cadena Caracol, la Ipiales de la cadena Todelar, la Radio las Lajas y de los tejados de nuestras casas se levantaban hasta el cielo las antenas de televisión que intentaban captar las señales de la televisión colombiana que eran las únicas que se podían captar en la ciudad.