Las otras
Angélica da gracias al Cielo por haber nacido en este lado del mundo. La mujer de cuarenta y tres años, sube el volumen a la radio, para seguir escuchando la noticia de las jóvenes afganas, mientras continúa cocinando el almuerzo. Ni siquiera sabe dónde queda ese país, pero siente alivio de estar tan lejos.
¡Ingenua Angélica! que se cree tan afortunada por las migajas de libertad que aquí tiene, se le ha olvidado que un día tuvo sueños y que terminaron al casarse con el enamorado de la secundaria, un muchacho de esos que se creen dueños de la mujer solo por el hecho de haberse acostado con ella. Tuvo que unirse al “machito en construcción” bajo las amenazas del joven, de que si lo dejaba se tomaría veneno o les contaría a todos lo “mujer fácil” que es. Entonces para no cargar con la culpa ni la vergüenza, apenas cumplió los dieciocho dio el sí, bajo la única indicación y sentencia de que “la mujer hace el hogar”. Palabra dada por su madre, la típica señora que se acostumbró a cargar cuernos, desplantes y maltratos, en nombre de las apariencias. Para quien los hombres derechos debido a sus necesidades, pero a las mujeres ni un mal pensamiento se les debe permitir. Una persona llena de amargura y miedo.